martes, 17 de marzo de 2009

LA MUJER EN LA ARQUITECTURA TÉCNICA

Mucho han cambiado las cosas desde que en 1945 se colegiara en Barcelona la primera mujer aparejador. Elvira de Azúa, que así se llamaba la pionera, fue la única profesional de la Arquitectura Técnica durante 11 largos años. Hoy, cincuenta y seis años después, la mujer se ha incorporado activamente al ejercicio profesional, llena las Escuelas Universitarias y ocupa puestos de responsabilidad en las Juntas de Gobierno de los Colegios. Ahora, el género de la profesión también es femenino y plural.


EIvira de Azúa Gruat fue la primera mujer aparejador que se colegió en España. Lo hizo en el Colegio de Barcelona en 1945, el mismo año en el que había terminado sus estudios. Una única mujer entre 2.401 varones que ejercían la profesión en nuestro país.





"No es fácil que una mujer ejerza la carrera de aparejador. Hasta la fecha nadie había visto en los carteles anunciadores de las obras, juntamente con el nombre del arquitecto correspondiente, el de un aparejador que sea una mujer. Sin embargo, existe". Así presentaba M. Sarmiento a Celia Velasco, la primera aparejador de Aragón, segunda de Madrid y octava de España, a los lectores de la revista Semana de hace 37 años.


En su número del 9 de junio del 64, Semana (ocho pesetas el ejemplar) dedicaba una de sus páginas a entrevistar a Celia Velasco, a la que se presentaba -cosas de la época- como "adelantada del sexo débil". No fue la única vez que Celia fue tema informativo. El diario Heraldo de Aragón recogía sus declaraciones en diciembre de 1969, en una amplia información en la que se daba cuenta del nombramiento de la "única mujer aparejador en Zaragoza", como madrina de honor del "paso del hormigón" de los estudiantes de Arquitectura Técnica en la capital aragonesa.
En aquel momento, acababa de crearse la Escuela en la capital aragonesa. En el primer curso había quince alumnos, entre los que se encontraba una única chica: María Jesús Zarzuela.

Pero Elvira no sólo fue la primera, sino también la única durante once largos años. Ninguna otra mujer solicitó su colegiación hasta noviembre de 1956, fecha en la que Emilia Mira se incorporaba al entonces masculino mundo de los aparejadores, también en el Colegio de Barcelona. Un año después, en 1957, fueron tres compañeras las que se adentraban en una profesión reservada -como casi todas por aquel entonces- a los hombres. Este goteo continuó incluso en los primeros años de los sesenta y, hasta bien entrada la década, la presencia femenina no pasó de ser un hecho excepcional.
Las cosas han cambiado mucho desde entonces. El presente revela la presencia sin reservas de las profesionales. A 31 de diciembre de 2000, de un total de 40.117 colegiados, 6.238 eran mujeres (15,55%). Y si hoy la presencia femenina es una realidad, el futuro está asegurado. En un buen número de las 17 Escuelas Universitarias de Arquitectura Técnica las alumnas igualan o superan en número al de sus compañeros varones.
Pero la creciente presencia femenina no se ha quedado en la titulación y el ejercicio de la actividad que les es propia. También ellas se han decidido a participar activamente en las instituciones profesionales y hoy ocupan casi el 20% de los cargos directivos de nuestros Colegios. Tras las elecciones colegiales celebradas en junio pasado, 74 mujeres arquitectos técnicos ocupan su lugar en las Juntas de Gobierno, junto a 375 hombres. De ellas, 51 son vocales y 23 han accedido a cargos de presidenta de delegación (3), secretaria (9), contadora (7) o tesorera (4). Mención aparte merece el Colegio de Santa Cruz de Tenerife, que cuenta con una Junta de Gobierno mayoritariamente femenina.
Y por si ello fuera poco, también en junio y por primera vez en la historia de la profesión, una mujer, Gloria Sendra, ocupaba su lugar como vocal primero de la Junta de Gobierno de la mutualidad de previsión social de los aparejadores y arquitectos técnicos en la presidencia de la Asamblea General Ordinaria de PREMAAT.

No ha sido fácil llegar hasta aquí, como atestiguan algunas de las profesionales consultadas. Para muchas no fue sencillo adentrarse en un mundo reservado entonces a los hombres, pero nunca se han sentido discriminadas en la profesión en razón de su sexo.

Así lo ha vivido María Ángeles Aznar que, a pesar de ser la más antigua de las aparejadoras que siguen colegiadas, no cree haber pasado ningún calvario para demostrar, ya en 1961, que era capaz de hacer las mismas funciones que cualquiera de sus compañeros.
La primera en MadridMaría Ángeles fue la primera mujer que se colegió en Madrid. Lo hizo en 1961, cuatro años después de finalizar sus estudios. Ella fue la séptima que lo hacía en España. De sus antecesoras, tres lo habían hecho en el Colegio de Barcelona y las tres restantes se vincularon a los Colegios de Murcia, Gran Canaria y Gipuzkoa.

La decisión de María Ángeles Aznar de ser aparejador no sorprendió en el entorno en el que vivía. Su padre y hermanos eran arquitectos, así que la actividad de la construcción era de lo más habitual en su domicilio.
Tampoco pilló de sorpresa que Celia Velasco, primera colegiada de Aragón, segunda de Madrid y octava de España, decidiera dedicarse a la profesión. Es más, fue una decisión aplaudida por sus hermanos, constructores de profesión. Celia reconoce que en su casa “sólo oía hablar de ladrillos”. “Mis hermanos se sintieron muy orgullosos de que yo, la pequeña de la casa, estudiara y me convirtiera en aparejador. Mi futuro profesional estaría en sus obras".

En su curso, en la Escuela de Barcelona, 240 alumnos y sólo cuatro chicas. Las tres restantes nada tenían que ver con el sector de la construcción, afirma Celia. Pese a la escasa presencia femenina en las aulas, nunca se ha sentido en inferioridad de condiciones, apartada o despreciada, sino todo lo contrario: "Los profesores y los compañeros nos trataban de maravilla. Nunca me he sentido excluida en la Escuela y tampoco en la profesión", afirma rotunda.

Celia se tituló en 1963, se colegió de inmediato en Madrid y Zaragoza y ejerció como aparejador en las obras contratadas en las dos demarcaciones por sus hermanos mayores. "Me atraía la obra, aunque me he dedicado más a los trabajos de despacho".
Profesora de dibujo durante un tiempo y amante de la decoración, Celia vivió una época en la que la carrera técnica no tenía una gran salida para la mujer. Ejerció pocos años, para posteriormente dedicarse por entero a sus tres hijos.

Con naturalidad tuvieron que pasar varios años para que las cosas empezaran a cambiar y la mujer aparejador pisara con toda naturalidad las obras que dirigía.

"Sí existen cambios muy positivos en el ejercicio libre de la profesión", afirma Gloria Sendra, vocal del Colegio de Sevilla y de PREMAAT. "El mundo de la construcción se ha acostumbrado a nuestra presencia y ya no resulta extraño vernos en las obras. Incluso, en algunos casos, se prefiere a la mujer como arquitecto técnico. En líneas generales, creo que nos hemos incorporado muy bien en relativamente poco tiempo".

Sin embargo, Gloria, con una experiencia profesional
que abarca desde la profesión libre a la administración pública y la docencia, cree que todavía subsisten algunas dificultades añadidas para la acceso de la mujer al mundo de la construcción. "De las diez compañeras de promoción -en un curso de 250 alumnos- sólo yo estoy en dirección de obra. El resto se decantaron por el funcionariado, donde los horarios son más reducidos".
Gloria Sendra lamenta, además, no conocer ninguna mujer gerente en una empresa constructora de relevancia y está convencida de que ellas siempre habrán de demostrar continuamente su valía.



Respecto a su vinculación a las instituciones profesionales, opina que la incorporación de la mujer a las juntas de gobierno -nunca entendida como cuota- es totalmente necesaria, puesto que ellas participan también del colectivo profesional.

Sin contradecirlas mucho María Antonia Arteaga Espinel es, desde el mes de junio pasado y tan sólo once años después de finalizar sus estudios, presidente de la delegación de El Hierro y atesora ya una amplísima experiencia profesional. Su vocación también fue temprana: "permanecía horas mirando a mi padre construir paredes, alicatar, enfoscar paramentos...".
María Antonia, hoy funcionaria municipal en el Ayuntamiento de La Frontera, reconoce que para una mujer el desempeño de cualquier puesto de trabajo incide en la responsabilidad familiar. "Esta profesión, por mi experiencia, -afirma al respecto- absorbe mucho tiempo y encima, si te gusta, te olvidas hasta de volver a casa", sobre todo si, como en el caso de la presidente de El Hierro, se tiene la suerte de encontrar comprensión, apoyo y confianza de jefes y compañeros a la hora de realizar su trabajo. "En cuanto al trato en la obra, he observado que los albañiles o encargados tratan mejor a la mujer; hay quien dice que tenemos mucho más carácter, por lo que intentan no contradecirnos mucho".


Y, por lo que respecta a su función directiva en la delegación de El Hierro, María Antonia Arteaga ha apreciado, desde su colegiación, que hombres y mujeres participan y se implican por igual en las tareas colegiales. "Creo que, en cuanto a organización, constancia y decisión, el colegiado masculino agradece a las profesionales que deseen intervenir positivamente en cualquier área del colegio, siempre y cuando nuestro colectivo se sienta atendido profesionalmente".
Cosas del pasadoUna joven arquitecto técnico, Ana Ferrandis, se siente molesta con sólo una insinuación a la `guerra de sexos' en el mundo laboral. "Esto forma parte del pasado", asegura tajante esta jovencísima titulada, director facultativo en una promotora inmobiliaria. Con tan sólo 23 años, Ana -como todas las mujeres de su generación- se niega a imaginar ¿para qué? que tendrá las cosas más difíciles por ser mujer. Es más, en su opinión, ejerce una profesión idónea para ellas, puesto que requiere organización, una cualidad que cree común en el género femenino.

Ana Ferrandis no cuenta con antecedentes familiares en la Arquitectura Técnica. "Simplemente -dice- sabía lo que quería: una carrera universitaria no excesivamente larga. Me llamaban la atención las obras. No quería proyectar, sólo dirigir, y quería que, desde el principio, el temario de la Escuela me llevara al grano".
Al grano de verdad se puso en el último curso de la carrera, cuando fue elegida entre cuatro aspirantes -dos hombres y dos mujeres- para trabajar en la promotora en la que hoy sigue prestando sus servicios. "En el tiempo en que estuve esperando la respuesta de la empresa jamás se me pasó por la cabeza que mis dos compañeros tuvieran más posibilidades que yo por ser hombres". Tampoco ha tenido dificultad alguna en su trabajo, sólo las derivadas –reconoce- de su juventud y falta de experiencia.
Ana tiene claro también su futuro: "Me gustaría dedicarme al libre ejercicio y al mundo docente". Seguro que lo consigue.

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